jueves, 20 de junio de 2019

Jardines. Panóptico de la naturaleza.


(El siguiente texto forma parte del Fascículo 0 del “Herbario Silvestre de América del sur en tiempos de Neoliberalismo” dirigido por Claudia Valente. En ese mismo fascículo también figuran textos de los artistas: Lupita Chávez, José María D'Angelo, Mariela Yeregui, Julio Flores y Claudia Valente.)

El jarín de Nébamoun - Egipto -(circa -1500)

Jardines. Panóptico de la naturaleza.

Génesis 2:8 “Después Dios el Señor plantó un jardín en la región de Edén, en el oriente, y puso allí al hombre que había formado.”
Génesis 2:15 “(…) Dios el Señor puso al hombre en el jardín de Edén para que lo cultivara y lo cuidara,”

En los primeros días de agosto de 1649, el arzobispo de Armagh, James Ussher, despareció casi una semana.  Lo buscaron en cada rincón de la Catedral de San Patricio. No se había presentado por días ni a Maitines ni a Laudes, lo que no era común en él. Lo encontraron en uno de los anexos de la biblioteca, donde los prelados se recluían para estudiar las escrituras sin que nadie los moleste. Confesó, en éxtasis profundo, que llevaba allí, varios días sin dormir. No era para menos, había logrado calcular con exactitud la edad del universo.

Un año después, publicaría Annales veteris testamenti, a prima mundi origine deducti. Sería su contribución al debate teológico sobre el instante en que fue creada la Tierra, centro del universo. El arzobispo, en un cuidadoso y preciso cálculo, basado en la cronología disponible en La Biblia y otros documentos, llegó a la conclusión de que Dios había comenzado su trabajo de creación el sábado 22 de octubre del 4004 a. C., cerca de la hora del té. Sus cálculos fueron tan esmerados y precisos, que incluyeron la expulsión de Adán y Eva del Jardín del Edén, hecho que se produjo solo diecinueve días después. Según la tradición judeo-cristiana, el primer jardín de la humanidad tuvo un origen divino. La creación del universo llevó solo seis días. En el tercer día, creó el reino vegetal, incluyendo las flores del Jardín del Eden. Al sexto día crearía al hombre y a la mujer. Al séptimo, descansó. Siguiendo dentro de esta línea de pensamiento, las flores fueron creadas un 25 de octubre. Dios le dio al hombre potestad para controlar y reinar sobre las otras especies, pero a su vez (y esto está muy claro en la Biblia) lo puso en el jardín, para que lo cuide.

Este mito, como todos los mitos, es el relato de una creación. En este caso, una creación dentro de otra creación. Yahveh concibe el Jardín del Edén, dentro de la creación del reino vegetal. Los mitos no solo hacen referencia al origen del universo, sino también a todos los acontecimientos primordiales por los cuales el hombre ha llegado a ser lo que es: un ser mortal, sexuado, organizado en sociedad, que tiene que trabajar para vivir, y obligado a controlar la naturaleza. Dentro del ámbito del mito que estamos recorriendo, Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, para que domine al resto de los seres vivos.

El jardín como concepción, es la muestra más antigua del intento de los seres humanos por controlar la naturaleza. ¿Qué ejemplo más claro podemos encontrar del panóptico en la naturaleza, que tomar aquellas flores que nacen sin auxilio y que no necesitan mayores cuidados, y ordenarlas según nuestro arbitrio y capricho para poder observarlas y controlarlas? Hacemos esto para identificarnos como seres superiores, llegando al extremo de experimentar con ellas para crear nuevas especies y colores. La historia parece signada por la idea de que la naturaleza no es otra cosa que un bien puesto frente a los seres humanos para dominarla y sacarle provecho. Es fundamento de todos los regímenes económicos, considerar a la naturaleza como proveedora de recursos para el sostenimiento de la vida humana.

No podemos teorizar sobre el futuro de los jardines. Se los puede considerar parte de la problemática ambiental, que no es otra cosa que una derivación de las prácticas de producción y consumo propias del sistema capitalista (acrecentado por el impulso que ha tomado a partir de la globalización neoliberal). Pero podemos echar una rápida mirada hacia atrás, dejando de lado consideraciones míticas.

Las primeras referencias históricas que encontramos sobre el tema, corresponden a China y Egipto.

Sima Qian dedicó su vida a completar la obra Shǐ jì ("registros históricos"). Gran parte de los acontecimientos de las épocas más antiguas de China se conocen gracias a la meticulosidad de sus escritos. En ellos, hace referencia a la crítica despiadada del primer emperador de la Dinastía Shang hacia su predecesor de la Dinastía Xia, acusándolo de corrupto y depravado. Le imputaba llevar jovencitas, casi niñas, a sus jardines privados, para compartirlas con sus secuaces. Sima Qian hace una descripción detallada de esos jardines, pensados para el deleite visual y el ocultarse de las miradas ajenas. Incluían toda la flora conocida de la zona, además de pájaros autóctonos y animales para entretenimiento y caza.

Las primeras evidencias de jardines ornamentales de Egipto, se encuentran en las pinturas de las tumbas del año 1500 antes de nuestra era. Conservados en perfecto estado, nos presentan estanques rectangulares con peces y patos, alrededor de los cuales hay plantados lotos, palmeras datileras y árboles frutales, perfectamente ordenados y distribuidos por tamaños y utilidades.

Con matices diferentes, la mayoría de los jardines registrados desde la antigüedad hasta avanzado el medioevo, tenían puntos en común. Estaban articulados con especies propios de cada zona. Aunque la conformación del jardín era artificial, la mayoría de los ejemplares eran autóctonos y trataban de imitar el azar de la naturaleza. Un azar controlado que se sigue viendo, en la actualidad, en los jardines Zen. Por otro lado, los jardines, tanto públicos como privados, estaban pensados para la contemplación, meditación, descanso o esparcimiento. Tanto los Jardines Colgantes de Babilonia en el S. VII de nuestra era, como los Patios Andaluces que representaban el modelo musulmán del Jardín del Paraíso, compartían estas características.

No es hasta la Modernidad (en el siglo XV, después de que se provocaran emblemáticos cambios a nivel mundial como la Conquista de América y la expansión hacia el Oriente) que eso cambia radicalmente. A partir de allí los jardines se transforman en muestrarios de territorios conquistados. Los jardines más admirables, eran los que mayor cantidad de ejemplares foráneos exhibieran. Su finalidad dejó de ser el esparcimiento, para convertirse en escaparate de supremacía y poder.

Cuando los intercambios económicos comenzaron a jugar un rol fundamental en la economía y las Cruzadas empujaron los límites del mundo conocido, esos cambios comenzaron a hacerse más evidentes. La relación establecida entre el ser humano y la naturaleza cambió. De una relación asociada a la supervivencia, derivó en una marcada por la superioridad del hombre.  El centralismo europeo, avanzaba sobre todo lo que percibía como sus dominios. Esto incluía tanto a los pueblos sometidos por medios bélicos o económicos, como a la naturaleza.

El padre del empirismo filosófico y científico, Sir Francis Bacon, proclamaba que la ciencia debía “torturar” a la naturaleza, como lo hacía el Santo Oficio de la Inquisición con sus sospechados, para conseguir develar todos sus secretos. Aunque parezca una estúpida broma de la historia, en el 1600, Giordano Bruno era ejecutado por esa misma Inquisición por considerarlo culpable de “panteísta”. Fue quemado vivo en la hoguera, por mantener firme su visión de que la tierra era vida y tenía alma. Hoy, a la luz de la Hipótesis Gaia, no parecería tan descabellada esa postura.


Pablo Cosentino - 2019

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